jueves, 11 de septiembre de 2008

El terror y la literatura en el cine

Primer Round

La literatura ha sido, a lo largo de la historia, una herramienta de comunicación que nos abre las puertas a otros mundos, otras dimensiones y que nos permite convertir a la imaginación en una máquina de historias y creaciones. Durante siglos, la literatura significó el mejor recurso para brindar entretenimiento a la sociedad, se montaban obras de teatro, existían oradores y trovadores, y, anteriormente, había bufones quienes se dedicaban a relatar las historias de alguna u otra forma. En ese entonces, el analfabetismo no era un impedimento para que los textos literarios llegaran a todos.

Actualmente, la situación no ha cambiado mucho, ya que, a finales del siglo XIX el nacimiento del cine implicó una revolución en el ámbito de entretenimiento. Sin embargo, no fue sino hasta los años veinte, cuando la influencia del expresionismo alemán, inspirado en el movimiento de arte gótico del Siglo XII, lleva historias literarias de Terror a la pantalla grande. Al mencionar la palabra “terror”, nos referimos a un conjunto de características que encasillan distintos textos literarios y narrativas cinematográficas en dicha etiqueta.
De acuerdo con la influencia de la novela gótica, las historias de terror deben poseer, dentro de su argumento, un toque de morbo, convirtiéndose en algo siniestro; deben recorrer todas las sensaciones que se producen entre muerte y dolor.

“Los primeros instintos y emociones del hombre dieron forma a su respuesta al medio en el cual se encontraba inmerso. Aquellos fenómenos cuyas causas y efectos entendía despertaron en él sentimientos concretos basados en el placer y el dolor, mientras en torno a los que escapaban a su comprensión –y el universo hervía de fenómenos de este género en los tiempos primitivos—tejió naturalmente las personificaciones, interpretaciones maravillosas y sentimientos de pavor y miedo propios de una humanidad con unas nociones escasas y simples y en una experiencia limitada.” (Lovecraft, p. 7)

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